El Grajo
Fecha: | 28-01-2024 | |
Finca: | EL GRAJO | |
Provincia: | CR | |
Organización: | Monterías AG JG | |
Nivel: | ||
Calidad: | 1b |
45 | 0 | 33 | 0 | 0 | ||
El Grajo
EL GRAJO
San Pedro había derramado sus lágrimas sobre la ávida sierra que con los brazos abiertos recibía tan preciado regalo.
Los cándalos de las encinas destilaban el néctar de las nubes haciendo que arroyos vociferaran de alegría.
Tras los días de sol el verdor de la pletórica sierra era más intenso que nunca en las ariscas cumbres cimeras de la cuerda.
El monte desprendía perfume de jara y tierra mojada embriagando los sentidos de naturaleza salvaje.
Desayuno, rezo y sorteo. Como mandan los cánones. Ese rito ancestral de usos y costumbres que se llama tradición montera.
Tras un sorteo con celeridad y transparencia se da la orden de salida. La suerte está echada.
Los cuarenta y cinco puestos van saliendo de forma sincronizada mientras varias ciervas zigzaguean por las orejas de punta entre las jaras.
El montero con el rifle recién cargado oye crujir las ramas y se encara el arma. El corazón le sale por la garganta. Los minutos de tensión de hacen eternos. Oye sus propios latidos. Y cuando sus brazos cansados van a bajar el arma suena un espetonazo. Y con la elegancia de una bailarina aparecen tres ciervas en el amplio cortadero. Los monteros han decidido no tirar las hembras. Nuestra más sincera enhorabuena.
En la lejanía se oyen ladridos de remolques aproximándose a la mancha. A la orden del jefe de campo las veredas se inundan de carreras desenfrenadas.
Un podenco late a parado. Dos paternas se unen a la algarabía ladrando al interior de la chaparrera. Un arrollón tronchando jaras y el cochino con el lomo erizado y el rabo hacia arriba se dirige al cortadero. El eco de la voz del perrero retumba hasta en el cielo: ¡¡Ahí va el cochinooooo!!…
Como una locomotora se aproxima hacia una vereda a cinco metros a la izquierda del montero que ensimismado y tembloroso no ha percibido que la ondeante tirilla del puesto ha cambiado de sentido. Cargado de vientos el marrano se frena en seco. El puesto vecino, ante el inminente lance, agita los brazos para dejarse ver. Con el ojo en la mira y centrado en la vereda no lo ve. Una fugaz aparición por la derecha y el bulto negro ya está en la mitad del cortafuegos. Casi se cae al girarse de repente y los dos inútiles traquidos levantan trasera la polvareda mientras el animal se sumerge hacia delante en el mar de jaras.
Cantan los rehaleros un par de veces a venado. Sus canes enfebrecidos los persiguen. Suena el golpear de pezuñas que se funde con el tronchar de monte. Resuenan tres traquidos en la raya y otros tres en la siguiente. No están finos los monteros.
Ladridos y disparos se suceden durante toda la mañana. Hasta que las primeras caracolas dan por finalizada la batalla. Y derrengados los valientes no pueden con su alma al llegar a los camiones.
Cuando va a guardar el rifle, el fino oído de veterano montero oye un charabasqueo casi imperceptible que le hace detener la descarga de la bala. El navajero camina de puntillas. Al llegar al borde sale como un rayo, pero no sorprende al viejo cazador que de un tiro en el pescuezo lo hace rodar a un metro de la salvación.
Los arrieros y personal de campo hicieron un trabajo espectacular y a una hora más tarde ya están los 33 cochinos en el cemento. Con lo que los monteros después de la comida pudieron disfrutar del plantel de reses.
Nos quedan unos kilómetros para llegar a casa. Pero volvemos contentos y dispuestos a repetir.
Mientras el sol se oculta en el horizonte todavía resuena en nuestros pensamientos, el eco de la garganta de los perreros jaleando a la rehala: ¡¡Ahí va el cochino!!… Este simple recuerdo nos agita el corazón y hace que palpite con la droga de la caza.
Fuente: Monterías AG JG
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