El Puntal

MonterosdelHito

 
  Fecha: 08-02-2020
  Finca: EL PUNTAL
  Provincia: BA
  Organización:   Monteros del Hito
  Nivel:
  Calidad: -
   
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Citaba Jesús Carrero a sus habituales en la mañana del pasado ocho de febrero en el Restaurante La Montería de Aliseda, para degustar un buen desayuno mientras se ultimaban los preparativos para el sorteo de los puestos que iban a montear la obandina finca de Los Puntales.

En esta ocasión, se cazaría la parte del Puntal de Abajo, que al igual que el Puntal de Poniente se compone de una gran dehesa de encinas con manchones salpicados y muy suaves, los cuales aprovechan jabalíes y venados para encamarse cerca de la comida que aportan sembrados y encinares.

Con puntualidad inglesa y a las ocho y media comenzaba a dar las últimas indicaciones sobre el estado de la finca, comentando que se había visto muy poco rastro de reses, pero si abundantes trompadas y pisadas de los jabalíes, por lo que se esperaba tener una entretenida jornada a cochinos.

Con estas premisas hacía entrega a Don Antonio Sigano Silva de su diploma de montero, dado que consiguió abatir su primer jabalí en la montería del Puntal de Poniente, en la armada del sopié de la majada, siendo juzgado y hecho novio como mandan los cánones. Sin duda un detalle que guardará durante toda su vida.

Tras este inciso comenzaba a dar vueltas la rueda del bingo que va mandando sobre la lista y por armadas fueron saliendo uno a uno todos los monteros. 

Había que cerrar con celeridad dado que la poca existencia de maleza hace que los animales no aguanten en los encames y se muevan únicamente con el trasiego de los vehículos en la zona a cazar, por ser extremadamente limpia.

Así, a nuestra llegada a una majada donde apeamos los vehículos y nos acomodábamos en el del postor, nos indicaba el vaquero que tuviéramos especial cuidado entre los dos números uno de las armadas del sopié y del cierre de la romana, porque había un guarro grande que en cuanto subían ellos con el vehículo por la zona, cogía las de Villadiego por entre las dos posturas. Curiosamente una de ellas, la mía.

Así que dispuestos a defender nuestra posición nos bajábamos del vehículo del postor y cargábamos rápidamente el rifle, dejando silla y demás pertrechos a un segundo plano, permaneciendo atentos al inmenso llano que teníamos a las espaldas y sin perder de vista el ribete de monte que teníamos delante. No sin antes claro, marcarme y verme con mi compañero del número dos y por supuesto con el otro interesado, el uno de la otra armada.

El mugir de las vacas en la majada, el trino de los pajarillos desperezándose y una niebla débil era la sintonía que teníamos en esos primeros compases de cacería, atentos, en silencio, hasta que un disparo del vecino del otro uno, seguido de otro y un tercero me ponían en alerta, esperando la aparición despavorida de la inmensa mole que me habían pintado. Pero el sonido quejicoso del suido en los estertores me hizo adivinar que se habían quedado con él. 

Tras estos disparos vinieron otros por todo el sopié que fueron extendiéndose en dirección opuesta a mi posición.

Las rehalas entraban al cazadero y cinco minutos antes de las once se producía la suelta, sin dar tiempo a nada para que comenzaran a escucharse ladras y disparos. 

La zona, estaba “sopada” de jabalíes.

Entre ladras y tiros andaba pendiente de mi posición cuando lejana, arranca poderosa una carrera seguida de canes, un disparo, después otros más cerca, seguido de otros dos de mi vecino hacían que permaneciera en alerta, cuando gallardo aparecía ante mí un venado que corté la carrera con certero disparo, al que por si acaso doble de remate.

Cargar el rifle y disparar de nuevo mi vecino fue todo uno. Otra ladra que subía dirección a mi armada y el amigo Casimiro Núñez que jugaba lance con un jabalí que como un cohete atravesaba su postura. La ladra seguía en mi dirección y salía el suido de la mancha por entre el número dos y mi puesto, pero buscando la gatera que dominaba, lo dejé cumplir y lo abatí también de un disparo, doblando en el suelo como tengo costumbre. Llegaron de nuevo los perros marcados con la “Z” que menudo recital estaban dando y mordían con ahínco el cochino.

Poco tardaba en atronar de nuevo la sierra mi vecino del sopié, que se estaba divirtiendo de lo lindo, a lo que permanecía atento, por si acaso.

Entre dimes y diretes, ladras y tiros andaba pendiente del pico de monte, cuando me doy cuenta de que por medio del llano y dirección a los vehículos marchaba un cochino de buen porte, sin pensármelo le lanzo una salve dejándola atrás, el cochino no aprieta la marcha, por lo que cargo y adelanto aún más, al apretar el gatillo veo como rueda. ¡No me lo creo!. Pero lejos de caer fulminado, se levanta, pero en vez de seguir poniendo tierra de por medio, se arrepiente y emprende la huida en mi dirección, son instantes intensos en los que aguantas, esperas, viene a su fin, lo apuntaba viendo como cada vez era más grande en la retícula del visor, firmando su sentencia, hasta que decide meterse por una gatera y, ¡ahí ya no majo!, aprieto el gatillo y me quedo con una cochina de gran porte. El puesto estaba siendo tremendamente bueno.

También cumplió un vareto y una piara de marranchones que respetamos tanto el montero que ocupaba el número dos de la armada de Chano como un servidor y casi sin darnos cuenta nos estaba retirando del puesto, con los perros todavía moviendo caza.

A las dos y media estábamos disfrutando de una magnífica comida en la finca mientras se traían a la nave destinada a sala de despiece las reses entre un magnífico ambiente de los allí presentes que exaltando los aciertos unos y recordando los numerosos fallos de otros se divertían entre plato y plato del cáterin de La Montería.

Un total de 16 jabalíes y 3 venados conformaron finalmente el plantel más cinco ciervas, destacando tres de los machos que se abatieron.

Ponía así Monteros del Hito la última piedra en el camino para llegar a su fin de temporada, que tendría lugar al día siguiente en la finca La Matilla, con un ambiente envidiable. 

Fuente. Carlos Casilda

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