Los Pastizales
2025
Fecha: | 08-02-2025 | |
Finca: | LOS PASTIZALES | |
Provincia: | BA | ![]() |
Organización: | La Propiedad | ![]() |
Nivel: | ![]() |
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Calidad: | 8o 18p 27b |
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30 | 0 | 180 | 0 | 0 | ||
Los Pastizales

Montería Candidata Mejor Montería de Jabalíes en Finca Cercada
Los Pastizales
OBJETIVO CUMPLIDO
Terminada la clase agrimensura pasé a mi despacho, antes de sentarme frente al ordenador sonó el teléfono móvil. A.A. pude leer en la pantalla ¡Voy a suspender! me soltó con una frialdad extrema, como si no le importara nada. ¿Qué ha pasado? le contesté todavía sorprendido ¡Los furtivos!, seguro que también me están tocando la mancha y si mis cuentas no fallan, no podré cumplir la meta marcada. Le contesté que quedaba tiempo, que estábamos a 13 de noviembre y hasta primeros de febrero había muchos días para asegurarse. Casi con mi última palabra en la boca, contestó: no voy a dar una cacería para cobrar la mitad de los machos que marqué como meta, sabes que el número me da igual, mucha cantidad la consigue cualquiera. Pero, por preparar media docena de comederos, con aportes a la hora adecuada, y hacer unos conteos simultáneos no se pierde nada, le contesté. Por supuesto, me dijo, y añadió que procedía a dar las órdenes oportunas. Mal día aquel trece, en el que había un primer aviso sobre la posibilidad de que el sueño de muchos, en participar en aquella montería tan especial, y, lo que es peor, la gestión de muchos años, parecía truncarse.
El jueves correspondiente a los idus de enero y tras recibir distintas noticias, a lo largo de las últimas semanas, de que el daño no parecía importante, volví a leer A.A en la pantalla del móvil. Con un ¿qué dice el ingeniero?, comenzó la conversación.
Tras colgar, sentí que él ya estaba tranquilo, seguro de que su gran esfuerzo no había sido robado. Quedó claro que los censos permitían asegurar, ya de
forma definitiva, que los machos añosos estaban en su sitio y con ello que la gestión de esos cinco años no había sido en vano. Un lustro de trabajo en su nuevo predio extremeño, fronterizo con su “cuarta hija” como él llamaba al Avellanar a principio de los noventa. Control de la población de jabalinas, reducción muy significativa de la densidad de otras especies de mayor, excepto del corzo, años sin cazar los machos de jabalí, guardería, muchos sin sabores, y todo regado con una rara y extrema paciencia.
Una manita aguantando, tremendo riesgo, pero pretender hacer la mejor montería de jabalí de la historia, sin traer nada, “criados a sus pechos”, lo requería, él lo tenía claro.
No había pasado una semana de la última conversación, cuando nuevamente contactamos. Esta vez, las primeras palabras denotaban seriedad y decisión:
¿Podemos suspender y cazar días después?, fue la pregunta. Directo al codillo. Continuó informándome del pronóstico meteorológico para el sábado 8 de febrero. Terminó asegurando que él no iba a cazar con mal tiempo, que no asumiría riesgo alguno que desluciera la montería. Según se acercaba la fecha los pronósticos de las distintas páginas web, incluida la perteneciente a la Agencia Estatal de Meteorología, pasaban la lluvia principalmente al viernes 7, aunque casi cada día había cambios. Que las nubes descargaran unas horas antes o después era la flecha que amenazaba el talón que sostenía la cacería deseada.
Días después, con más tranquilidad en cuanto a los pronósticos de lluvia para el Día D, en la casa principal de Los Pastizales nos reuníamos un grupo de
elegidos. Menudo cambio había dado aquella casona, de techos bajos, habitaciones estrechas y sin luz, con el aspecto de una cueva. Amplitud, luz y más luz, una decoración donde domina el arte moderno, pero eso sí, sin eliminar el espacio de la chimenea y el necesario para integrar unos trofeos bien elegidos. Nacho, Juan Carlos, Alberto y yo, a modo de plana mayor, hicimos un repaso de las armadas y resto de cuestiones: los huecos que había que dejar en las distintas rayas, los puntos para estacionar los vehículos, las sueltas, número de rehalas y el sin fin de cuestiones necesarias para planificar una montería y más de ese calibre. Unas horas de tormenta de ideas, sólo para terminar de ajustar una planificación de años. Tras un primer repaso, a modo de introducción, tras la pick-up de Antonio, el nuevo guarda principal del coto, nos encaminamos a la mancha. La mañana estaba fresca y era buena hora, por lo que tuvimos la suerte de observar varios macarenos magníficos, así como algunas cochinas con bermejos, que ponían distancia y entre jaras, charnecas, madroñas y brezos tapaban el lomo. Al verlos no podía dejar de pensar en la batalla que les esperaba con los perros,
especialmente si se empecinaban en no saltar a las mondas. Teníamos claro que la suelta sería de forma que facilitáramos la huida de las piezas. Nada de choque o contra querencia, no queríamos atranques o al menos intentar evitarlos en lo posible.
Decidimos que mandaría el aire, en particular la dirección que esperábamos para el D.
La caza aireada y hacia la salida. Cazar jabalíes de tal categoría y en tal cantidad,
requería esa estrategia, en especial los rehaleros lo agradecerían.
De nuevo ante la chimenea, minutos antes de iniciar la comida, Alberto
planteó una nueva pregunta: sin cupo o con cupo. Surgieron comentarios sobre las ventajas e inconvenientes en cada caso. Si hay cupo es posible que los ejemplares sin trofeo tengan más oportunidad de seguir creciendo. Esa era una buena razón, pero bueno, como la gran mayoría de los monteros invitados tienen mucha experiencia y con seguridad seguirían las indicaciones de Alberto, se decidió que sin cupo. Eso sí, el que cobrara un bermejo o incluso un primal, que se despidiera de volver por Los Pastizales.
El día siete llovió y no cuatro gotas, incluso las nubes siguieron soltando agua de madrugada. Es más, amenazaron con quedarse entre la vegetación de nuestra
mancha, sujetas por el calor que taponaba su marcha hacia el cielo. Pero las dos
vaguadas y sus laderas, que albergarían el ojeo, se fueron calentando, y la niebla, como humo, dejó los vallejos despejados ¡Un mañana magnífica!, como merecía todo el esfuerzo de Alberto Alcocer. Media hora antes de la estipulada para la junta, llegué al lugar donde organizaban los coches en función de las salidas. Tras unos breves saludos me dirigí a la casa principal. Lo encontré con un amigo sentado delante de la chimenea ¿Qué dices? yo no he podido dormir en toda la noche, fueron sus palabras de recibimiento.
La decoración del edificio que alberga el salón de caza ha sido realizada en la línea del principal, aunque en este los trofeos ganan espacio. Nada más entrar, el
cazador siente como si delante tuviera un muro que le impidiera avanzar. Es imposible apartar la mirada de unas paredes, a derecha e izquierda, tapadas por una parte de la colección de corzos y colmillos de jabalí de nuestro anfitrión. Docenas y docenas de tablillas de las que penden medallas doradas ¡Y qué decir de los trofeos de ciervo que cuelgan de las paredes del comedor! En fin, bajo esa antología de cuernas, tomamos un desayuno acorde a la ilusión que sentíamos los allí presentes. La expectación era notable, todos sabían a qué iban, y conociendo a Alberto, dudas de posible fiasco ni una.
Todos los monteros tuvimos la tarjeta del puesto en nuestra mano antes de sentarnos.
No faltaron las preguntas sobre la ubicación de las posturas, lo único que sobre ellas podíamos responder con total seguridad. Ninguna tenía historia; aquel terreno nunca se cortó así, ni albergó tanto jabalí de cinqueño en adelante. La charla justa, pues la posibilidad de peligro era realmente peregrina, la mayoría de los asistentes peinábamos muchas canas y a qué íbamos lo teníamos muy claro. Eso sí, recalcó que los ejemplares jóvenes no tenían el turno cumplido y que el resto de especies como si no existieran, aunque con población contada podía cumplir alguno.
Durante el trayecto de los vehículos de las rehalas a sus respectivas sueltas ya sonaron los primeros disparos, como si fuera una montería de cervuno. Los
cierres del valle principal y las traviesas más próximas empezaban a disfrutar de los primeros lances. Jabalíes que a la fuerza intuían que ese día traía problemas y que lo mejor era alcanzar algún cierre, cuanto antes, y salir de aquel lugar. Los monteros que ocupábamos puestos más umbrosos tuvimos suerte, la noche antes llovió y no hizo frío.
Los situados en la frondosa solana del valle principal compartieron, al final la caza
estaba repartida. El Sol dominaba sobre las nubes, a cada hora más escasas, y el viento calmo, como si no quisiera que nos perdiéramos un solo ruido. Los que ocupamos posturas de umbría, con tanta pendiente, tuvimos que pasar el día ingeniando cóm mirar al tramo de la raya orientado al mediodía. El goteo de disparos fue continuo, uno o dos por lance, como corresponde a puestos de monda. La cadencia de los disparos fue decreciendo, pero de manera muy lenta, durante las tres horas largas que duró el ojeo.
Los cochinos, que iban quedando, eran más reticentes a saltar a las rayas y se
empeñaban en no correr hacia la huida facilitada. Al final no les quedaba otra y
terminaban dando juego a cazadores junto a tablillas más alejadas de los cierres. No faltaron disparos hasta el último momento.
En los treinta puestos, distribuidos en trece armadas, dos cierres y once
traviesas, tan sólo dos cazadores cobraron un solo jabalí y otro que se hizo con un par ejemplares, eso sí los tres monteros fueron totalmente respetuosos con animales más jóvenes, incluso con las hembras. El resto cobraron tres o más, completando los 180 ejemplares que llegaron a la junta de carnes. Destacó el montero que ocupaba el número 11 del cierre de la solana del valle principal, que igualó el número de su tablilla.
Tras la recogida de las posturas, al llegar a la casa, los monteros encontrábamos a una persona encargada de apuntar los resultados, que nos preguntaba,
aunque del campo también le llegaban noticias sopladas por cada secretario. Poco a poco los apuntes de machos grandes iban llenando casillas. Alberto mantenía la expectación ¿Cuántos machos con buen trofeo se habrían cobrado? En poco tiempo llegó el resultado ¡Un total de 104 ejemplares! con independencia de hembras grandes yotras piezas de menor edad. Llegar al centenar era el objetivo y estaba cumplido; hubo un aderezo posterior: las mediciones elevaron por encima del cincuenta por ciento los ejemplares merecedores de medalla. Ver aquella cantidad de jabalíes, todos juntos y dispuestos con una simetría excepcional parecía un sueño. El que tuvo Alberto durante cinco años y que consiguió cumplir a base de tesón e infinita paciencia, que quizás no
muchos sabrán valorar en toda su medida.
Juan Caballero de la Calle
Montería Candidata Mejor Montería de Jabalíes en Finca Cercada
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